viernes, noviembre 04, 2005

El Ritual (parte I)


Fábula Oceánica.

Si hablamos de tradiciones y costumbres curiosas, tal vez la más llamativa sea la de los nativos de la isla de Opaopa en el Pacífico Occidental. En esta hermosa tierra, alejada de las rutas comerciales, impera desde tiempos inmemoriales un ritual anual en el solsticio de otoño, durante el cual toda la población se reúne en una elevada meseta en el centro de la isla. Nadie puede permanecer en los poblados costeros o en los cultivos de ikebana que cubren las laderas del volcán.

La ceremonia es muy simple: gana el que forme el grupo de personas más grande. Al ponerse el sol tras el crater humeante, cada aldeano debe tomarse de las manos de quienes lo rodean. Así se forman varios grupos integrados por cientos de personas. El grupo más grande es autorizado por el supremo sacerdote a ingresar al Valle Prohibido, a disfrutar durante todo el mes santo de sus deliciosas frutas tropicales y paradisíacas aguas termales.

Esta costumbre ha evolucionado a lo largo de los tiempos. Inevitablemente, algunos isleños se fueron erigiendo en líderes. Para asegurarse el triunfo, dedicaban todo el resto del año a organizar a su gente. Al llegar al prado de la competencia, cada uno ya sabía de quién tomarse, sin perder el tiempo en buscar una mano libre. Con el tiempo se fueron desarrollando estructuras jerárquicas, en las que cada jefe de familia respondía a un jefe local, y éste a un coordinador regional. Estas personas ya no tenían tiempo de trabajar en los cultivos, ni de salir a pescar el cachalote. Sus seguidores los mantenían como pago por facilitarles el acceso a las delicias del Valle Prohibido.

Cuando un líder moría, su hijo mayor lo sucedía en el cargo. Esto no siempre era garantía de buena conducción, pero por lo menos evitaba las peleas internas. O no, porque muy pronto se vieron hijos ilegítimos reclamando el lugar de su padre, o al hijo menor asesinando a su hermano mayor mientras dormía, generalmente con la anuencia de la madre. Ante estos cambios sucesorios, la confusión cundía entre los seguidores. Un flamante fratricida, que colgó la túnica ensangrentada de su hermano en lo alto de un bambú como prueba de su victoria, inventó sin querer una forma de identificación que perduraría más allá del líder de turno. El grupo rojo fue así el primero de los históricos que contó con una bandera.

Por oposición, los rivales adoptaron la hoja de palmera. Y por breves períodos de tiempo existieron el grupo del papagayo azul, el de la concha sobre fondo de olas y el que usaba como signo el círculo solar.

Un observador atento llegará a la misma interrogante que los habitantes de Opaopa. ¿Por qué competir? Los integrantes del grupo de la palmera, tras verse excluidos del premio durante años, se pasaron en masa al grupo rojo. Un año histórico ocurrió por primera vez que todos los isleños formaron un solo grupo, e ingresaron juntos al Valle Prohibido bajo el estandarte bermellón.

Para muchos, aquello marcaba el fin de la historia. ¿Quién evitaría en el futuro que los Rojos ganaran siempre?

(continuará)

1 comentario:

Anónimo dijo...

ay, ay, ay... me veo venir una guerra de secesión en esta tribu....

Ahora, me pregunto, cómo cultivaban el Ikebana????, creí que sólo crecía bien en japón esa fruta...