lunes, diciembre 19, 2005

Esta es una historia real.

Le pasó a una pareja conocida. El trabaja en la construcción y ella es ama de casa. Cuando estaban de novios, ella quedó embarazada. El estaba convencido que no era suyo, y como es medio calentón la quiso dejar. Todos le decíamos que no se apurara, que lo pensara bien. Que ella no podía haberle sido infiel, porque era una chica excepcional, que no iba a encontrar otra tan buena.

Al final se arreglaron y se casaron. Pero cuando ella ya estaba para dar a luz tuvieron el problema que les quería contar. Parece que él estaba ilegal en el país, y para poder trabajar tenía que ir a hacerse sellar los papeles al Consulado más cercano. Un viaje de 24 horas en ómnibus. El quería ir y volver sólo, pero ella como siempre lo convenció, y al final se fueron los dos juntos. Era una locura, pero no querían separarse.

Bueno, parece que en el ómnibus se encontraron con varias personas que iban por lo mismo. Nadie quería arriesgarse a perder el trabajo. Ella aguantó el viaje bastante bien. Cuando llegaron fueron derecho al Consulado. Esperaban hacer el trámite y volverse esa misma noche, pero la cola daba la vuelta a la manzana. Los que estaban en los primeros lugares habían acampado varios días. Algunos los dejaron pasar, al ver la panza, pero los funcionarios eran tan lentos que pasó todo el día antes de que les llegara el turno. Cuando salieron del Consulado era medianoche. Al llegar de vuelta a la rodoviaria encontraron que el último ómnibus había partido hacía horas. No tuvieron más remedio que pasar la noche en los asientos de la sala de espera.

Y entonces empezaron las contracciones. El estaba desesperado. Eran las 3 de la madrugada. Todos los comercios estaban cerrados. No encontró nadie que les diera una mano. La ayudó a caminar hasta el baño y le refrescó la cara con agua. Ahí ella rompió la bolsa. Pusieron las camperas en el piso y mientras él le sostenía la cabeza, ella hizo todo el trabajo de parto. A las 6 llegó el primer turno de limpiadoras. Los encontraron abrazados en el piso del baño. El bebé dormía sobre el pecho de la madre. Una de las mujeres se animó a cortar el cordón y le hizo un nudito bien apretado.

Desayunaron en el primer bar que abrió, y se tomaron el ómnibus de vuelta. Era otra locura, pero querían estar de vuelta en su casa. El bebé sólo tomaba pecho y dormía. Llegaron muertos de cansancio, pero felices.

En realidad esto pasó hace bastante tiempo, pero los que los conocemos no nos cansamos de contar la historia. Ellos dicen que fue un milagro, pero ¿no lo son todos los nacimientos?