(Este texto es mi segunda tarea para el curso online Políticas Públicas y Gestión de lo Común.)
Mi madre escribe cuentos. Empezó de vieja, poniendo en papel anécdotas de su infancia. Un día presentó un cuento a un concurso convocado por la Secretaría del Adulto Mayor de la Intendencia de Montevideo. Su relato fue seleccionado e incluido en un volumen junto a los demás ganadores del certamen. La acompañé el día que se entregaban los premios y se presentaba el libro.
El Salón Dorado estaba lleno de personas de todas las edades, los escritores acompañados de sus hijos y nietos. A medida que los iban nombrando, los ganadores iban pasando al frente donde les entregaban el diploma y una bolsita con varios ejemplares del libro. Mi madre también pasó y yo le saqué la foto de recuerdo.
Desde el punto de vista literario, la mayoría de los cuentos no eran buenos. Demasiados lugares comunes, un lenguaje acartonado o arcaico, demasiados adjetivos. Pero estando en aquel salón me dí cuenta que lo que estaba pasando allí era otra cosa. No era un evento literario. No se trataba de esa literatura que comentan los críticos o que se vuelve éxito de ventas. Lo que había allí era un grupo de personas que estaba compartiendo con su comunidad una creación personal, en algunos casos íntima.
Además, aquel era un libro sin precio, no había forma de comprarlo. Si alguien quiere leer esos cuentos, sólo tiene que ir a la Secretaría del Adulto Mayor o a cualquiera de las Bibliotecas Municipales de Montevideo.
Esto me lleva a mi propuesta para una política cultural relativa a las Bibliotecas Públicas. La idea es que las bibliotecas no sean sólo un canal de distribución de libros, sino que también funcionen a la inversa. Que si uno - al igual que los escritores de la tercera edad como mi madre - tiene un manuscrito que quiere compartir, pueda entregarlo en la Biblioteca de su barrio para que sea publicado. En vez de Bibliotecas, que sean Mibliotecas. Tan mías como los libros.
La forma de la publicación puede ser en papel, aprovechando alguna de las imprentas estatales, o simplemente en libro electrónico. La aspiración de todo novel escritor es ver su obra publicada en papel, pero con la proliferación de dispositivos móviles, el e-book va camino de ser el formato mayoritario para la lectura.
Los libros así publicados serían prestados en todas las Mibliotecas y sus versiones digitales estarían disponibles en forma libre en internet. Los escritores como mi madre no piensan ganar dinero con su escritura, sólo quieren que lo que escriben llegue a los lectores. Pero este servicio también puede ser usado por quienes comienzan una carrera literaria y quieren dar a conocer su obra.
Se podría incluir el servicio de un editor que ayude a corregir ortografía y sintaxis y de un diseñador que realice la portada o ilustre el texto.
Me parece una forma de demostrar en la práctica que la actual situación de la industria editorial no es algo inevitable o una ley de la naturaleza. La idea de que sólo una minoría iluminada es capaz de escribir y que para llegar a publicar un libro hay que pasar por el filtro de un editor está tan metida en nuestra mente que no se nos ocurre una alternativa en la que haya tantos escritores como lectores. Se dirá que el sistema actual asegura que sólo los materiales de calidad llegan a ser publicados. Este argumento se cae por su propio peso. Más allá de que el concepto "calidad" es relativo, con toda seguridad hay cientos de Onettis o de Felisbertos en manuscritos escondidos en cajones que nunca llegaron a ser leídos por nadie.
jueves, setiembre 04, 2014
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1 comentario:
Me parece una idea muy muy interesante.
Ayudaría a solucionar además otro problema, y es el siguiente: las bibliotecas públicas, contra lo que se cree, tienen muchas dificultades para acceder al mundo del libro digital. Para hacerlo, tienen que pagar caras licencias a distribuidores concentrados, y además hay editoriales que hasta se niegan a entrar en un sistema público de préstamo de libro digital.
Entonces, con un sistema como el que vos proponés, es la propia comunidad la que alimenta a la biblioteca. Con ayuda de talleres literarios y de un equipo de profesionales de la edición y el diseño, se podrían hacer maravillas. Tampoco hace falta diseños de portada demasiado sofisticados, es suficiente con lo que se haría para una colección económica de libros. Pero sin duda ayudaría mucho a dar a conocer esos libros a la comunidad.
Mibiblioteca me parece un proyecto genial, porque además al hacerse a través de las bibliotecas de los barrios, que tienen contacto directo con la comunidad, se podría ayudar a que esos libros encuentren a lectores de cercanía.
Los fondos que se ahorran en comprar licencias caras para libros digitales, se podría invertir en premios para los autores y en difusión para el proyecto.
Para mi, cierra bastante por todos lados.
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