A pesar de sus poderes extraordinarios, los superhéroes no pueden liberarse del poderoso cepo que le imponen los derechos de autor. Las empresas editoriales de cómics son dueñas totales de los personajes y de las historias que sobre ellos se escriben y dibujan. Batman, Superman, Spiderman y tantos otros son íconos culturales a nivel mundial. Sin embargo, si un artista quiere escribir una nueva aventura de alguno de ellos no puede hacerlo.
Hasta que el personaje pase a dominio público.
El paso del tiempo es el enemigo más temido por los amos de los superhéroes. Si pasa cierta cantidad de años desde la última publicación de un personaje, éste queda libre. Entre la infinidad de personajes creados a lo largo del tiempo, muchos no alcanzaron el éxito editorial y fueron abandonados por sus propietarios, cayendo en el dominio público.
El sitio web digitalcomicmuseum.com ofrece en forma digital miles de publicaciones de la época de oro del cómic estadounidense que están en el dominio público.
En mi país, Uruguay, hay una rica tradición de historietas publicadas en diarios y revistas que están inaccesibles para los lectores. Muchas de ellas ya están en el dominio público. Un interesante proyecto para quien tenga la energía y los recursos sería recuperar de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y de colecciones privadas todas esas páginas, digitalizarlas y ponerlas a circular nuevamente.
La Biblioteca Nacional de la República Argentina ha dado el primer paso en este sentido, con su Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentino, que recopila y protege los dibujos originales. Seguramente en un futuro próximo esas colecciones serán digitalizadas y puestas a disposición del público.
En Uruguay existe un Museo del Humor y la Historieta, que es privado y cuenta con el apoyo de la Intendencia Municipal de Lavalleja. El Museo tiene una colección de historieta uruguaya que se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Otra buena iniciativa sería digitalizar y difundir ese patrimonio cultural uruguayo.
Este post es mi cuarta tarea para el curso Políticas públicas y gestión de lo común, de ARTICA, Arte y Cultura en Circulación.
martes, setiembre 23, 2014
jueves, setiembre 04, 2014
Red de Mibliotecas Públicas
(Este texto es mi segunda tarea para el curso online Políticas Públicas y Gestión de lo Común.)
Mi madre escribe cuentos. Empezó de vieja, poniendo en papel anécdotas de su infancia. Un día presentó un cuento a un concurso convocado por la Secretaría del Adulto Mayor de la Intendencia de Montevideo. Su relato fue seleccionado e incluido en un volumen junto a los demás ganadores del certamen. La acompañé el día que se entregaban los premios y se presentaba el libro.
El Salón Dorado estaba lleno de personas de todas las edades, los escritores acompañados de sus hijos y nietos. A medida que los iban nombrando, los ganadores iban pasando al frente donde les entregaban el diploma y una bolsita con varios ejemplares del libro. Mi madre también pasó y yo le saqué la foto de recuerdo.
Desde el punto de vista literario, la mayoría de los cuentos no eran buenos. Demasiados lugares comunes, un lenguaje acartonado o arcaico, demasiados adjetivos. Pero estando en aquel salón me dí cuenta que lo que estaba pasando allí era otra cosa. No era un evento literario. No se trataba de esa literatura que comentan los críticos o que se vuelve éxito de ventas. Lo que había allí era un grupo de personas que estaba compartiendo con su comunidad una creación personal, en algunos casos íntima.
Además, aquel era un libro sin precio, no había forma de comprarlo. Si alguien quiere leer esos cuentos, sólo tiene que ir a la Secretaría del Adulto Mayor o a cualquiera de las Bibliotecas Municipales de Montevideo.
Esto me lleva a mi propuesta para una política cultural relativa a las Bibliotecas Públicas. La idea es que las bibliotecas no sean sólo un canal de distribución de libros, sino que también funcionen a la inversa. Que si uno - al igual que los escritores de la tercera edad como mi madre - tiene un manuscrito que quiere compartir, pueda entregarlo en la Biblioteca de su barrio para que sea publicado. En vez de Bibliotecas, que sean Mibliotecas. Tan mías como los libros.
La forma de la publicación puede ser en papel, aprovechando alguna de las imprentas estatales, o simplemente en libro electrónico. La aspiración de todo novel escritor es ver su obra publicada en papel, pero con la proliferación de dispositivos móviles, el e-book va camino de ser el formato mayoritario para la lectura.
Los libros así publicados serían prestados en todas las Mibliotecas y sus versiones digitales estarían disponibles en forma libre en internet. Los escritores como mi madre no piensan ganar dinero con su escritura, sólo quieren que lo que escriben llegue a los lectores. Pero este servicio también puede ser usado por quienes comienzan una carrera literaria y quieren dar a conocer su obra.
Se podría incluir el servicio de un editor que ayude a corregir ortografía y sintaxis y de un diseñador que realice la portada o ilustre el texto.
Me parece una forma de demostrar en la práctica que la actual situación de la industria editorial no es algo inevitable o una ley de la naturaleza. La idea de que sólo una minoría iluminada es capaz de escribir y que para llegar a publicar un libro hay que pasar por el filtro de un editor está tan metida en nuestra mente que no se nos ocurre una alternativa en la que haya tantos escritores como lectores. Se dirá que el sistema actual asegura que sólo los materiales de calidad llegan a ser publicados. Este argumento se cae por su propio peso. Más allá de que el concepto "calidad" es relativo, con toda seguridad hay cientos de Onettis o de Felisbertos en manuscritos escondidos en cajones que nunca llegaron a ser leídos por nadie.
Mi madre escribe cuentos. Empezó de vieja, poniendo en papel anécdotas de su infancia. Un día presentó un cuento a un concurso convocado por la Secretaría del Adulto Mayor de la Intendencia de Montevideo. Su relato fue seleccionado e incluido en un volumen junto a los demás ganadores del certamen. La acompañé el día que se entregaban los premios y se presentaba el libro.
El Salón Dorado estaba lleno de personas de todas las edades, los escritores acompañados de sus hijos y nietos. A medida que los iban nombrando, los ganadores iban pasando al frente donde les entregaban el diploma y una bolsita con varios ejemplares del libro. Mi madre también pasó y yo le saqué la foto de recuerdo.
Desde el punto de vista literario, la mayoría de los cuentos no eran buenos. Demasiados lugares comunes, un lenguaje acartonado o arcaico, demasiados adjetivos. Pero estando en aquel salón me dí cuenta que lo que estaba pasando allí era otra cosa. No era un evento literario. No se trataba de esa literatura que comentan los críticos o que se vuelve éxito de ventas. Lo que había allí era un grupo de personas que estaba compartiendo con su comunidad una creación personal, en algunos casos íntima.
Además, aquel era un libro sin precio, no había forma de comprarlo. Si alguien quiere leer esos cuentos, sólo tiene que ir a la Secretaría del Adulto Mayor o a cualquiera de las Bibliotecas Municipales de Montevideo.
Esto me lleva a mi propuesta para una política cultural relativa a las Bibliotecas Públicas. La idea es que las bibliotecas no sean sólo un canal de distribución de libros, sino que también funcionen a la inversa. Que si uno - al igual que los escritores de la tercera edad como mi madre - tiene un manuscrito que quiere compartir, pueda entregarlo en la Biblioteca de su barrio para que sea publicado. En vez de Bibliotecas, que sean Mibliotecas. Tan mías como los libros.
La forma de la publicación puede ser en papel, aprovechando alguna de las imprentas estatales, o simplemente en libro electrónico. La aspiración de todo novel escritor es ver su obra publicada en papel, pero con la proliferación de dispositivos móviles, el e-book va camino de ser el formato mayoritario para la lectura.
Los libros así publicados serían prestados en todas las Mibliotecas y sus versiones digitales estarían disponibles en forma libre en internet. Los escritores como mi madre no piensan ganar dinero con su escritura, sólo quieren que lo que escriben llegue a los lectores. Pero este servicio también puede ser usado por quienes comienzan una carrera literaria y quieren dar a conocer su obra.
Se podría incluir el servicio de un editor que ayude a corregir ortografía y sintaxis y de un diseñador que realice la portada o ilustre el texto.
Me parece una forma de demostrar en la práctica que la actual situación de la industria editorial no es algo inevitable o una ley de la naturaleza. La idea de que sólo una minoría iluminada es capaz de escribir y que para llegar a publicar un libro hay que pasar por el filtro de un editor está tan metida en nuestra mente que no se nos ocurre una alternativa en la que haya tantos escritores como lectores. Se dirá que el sistema actual asegura que sólo los materiales de calidad llegan a ser publicados. Este argumento se cae por su propio peso. Más allá de que el concepto "calidad" es relativo, con toda seguridad hay cientos de Onettis o de Felisbertos en manuscritos escondidos en cajones que nunca llegaron a ser leídos por nadie.
domingo, agosto 24, 2014
Homenaje a Onetti sin lectores
(Esta nota es mi primera tarea para el curso online "Arte y cultura en circulación: políticas públicas y gestión de lo común", de Artica).
En 2009 se cumplieron cien años del nacimiento de Juan Carlos Onetti. El Ministerio de Educación y Cultura organizó una serie de homenajes al escritor uruguayo más relevante del siglo XX, entre los cuales se convocó a un concurso de adaptaciones de sus cuentos a historieta.
Tuve la alegría de que mi adatación del relato "Matías el Telegrafista" recibiera una mención y por ende fuera incluída en el libro editado por el MEC. En diciembre de 2009, terminando ya el año de festejos, el libro fue lanzado en una ceremonia que tuvo lugar en el Centro Cultural de España (auspiciante del concurso).
Los historietistas ganadores junto a nuestras familias y amigos llenamos la sala. Después de las palabras de las autoridades y la entrega de los certificados, el público se arremolinó en torno a una mesa sobre la cual estaban expuestos unos pocos ejemplares del libro. Cuando éstos se terminaron preguntamos a los organizadores cómo se podían obtener más. No se puede, fue la respuesta.
Resultó que la Agencia literaria Ballcells, guardiana de los derechos de autor de Onetti había aceptado a regañadientes - y por la mediación del CCE - autorizar el concurso. Con la condición que se imprimieran pocos cientos de ejemplares del libro y que no se pusiera a la venta.
Según pude saber, la viuda del escritor afirmó que "A Onetti no le gustaban las historietas".
Este episodio marcó negativamente la opinión que se tiene del Departamento de Cultura del MEC entre los historietistas uruguayos. Nos sentimos burlados, ya que no sólo nos escamotearon el prestigio de ganar un concurso oficial, sino que quedamos legalmente impedidos de mostrar nuestro trabajo.
Aquí está lo que escribí en aquel momento en mi blog.
Y acá pueden leer una divertida historieta que hizo un amigo sobre sus peripecias en la búsqueda de un ejemplar del libro.
Y por último acá se puede leer mi historieta "Matías el Telegrafista", aunque me dijeron que no podía publicarla.
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